LA LABOR DEL TRADUCTOR NO ES MOCO DE PAVO

La labor de los traductores no es moco de pavo. Estos profesionales deberían estar capacitados para captar más allá del sentido literal expresado en un idioma y trasladarlo al idioma destino de la manera más adaptada a la cultura meta. Dixit.

Por lo tanto es muy importante que sean personas las que traduzcan, y no máquinas. Luego también entraremos en el tipo de personas…. Contrario a la tendencia actual de robotizar los trabajos de traducción, LEARNDIX LANGUAGE EXPERTS apuesta por el valor añadido que aportan los humanos. Más que valor añadido es el valor en sí, pues gracias al factor humano se pueden evitar muchas confusiones, muchos errores, malentendidos, falsas interpretaciones, etc..

Sin ir más lejos, el final de la primera frase de este escrito pretende expresar algo muy distinto a su traducción literal. “Moco de pavo” en este contexto ni es “turkey mucus” en inglés, ni “Truthahnschleim” en alemán, ni “mucus de dinde” en francés, como indica erróneamente uno de los más potentes traductores automatizados a nivel mundial. Traducirlo en esos idiomas por su significado último, para el que viene a valer la palabra “sencillo”, también se quedaría un poco cojo, pues, si bien refleja la idea que subyace a la expresión, no posee la misma jerarquía lingüística. Y ni siquiera poseyendo la misma jerarquía lingüística tiene por qué ser apropiada la locución. En inglés, a bote pronto, hay 10 expresiones para “moco de pavo”, pero que la elegida sea más o menos acertada dependerá del escenario en que se presenta.

La profesión de los traductores, lamentablemente, está al borde de la extinción, pues cada vez se valora menos la pulcritud y precisión en los textos. Como proveedores de soluciones lingüísticas en LEARNDIX LANGUAGE EXPERTS nos preguntamos por qué. Existen varias lecturas: por una parte, es evidente que la cultura de la inmediatez se impone. Por otra parte, puede parecer más económica una traducción automática. Un trabajo artesanal, como debería ser una traducción, puede automatizarse perfectamente, sin embargo, esto sí que puede tener un coste, aparte del material. Según el tipo de escrito puede ser más o menos crucial darle un sentido exacto al contenido. Por ejemplo, en textos literarios es 100% necesario que el traductor sea humano: por los giros idiomáticos, por los refranes, por las expresiones propias del autor, que solo se captan mediante lectura con alma.

En documentos con menos alma o más técnicos, provenientes del ámbito jurídico o médico, entre otros muchos, también es muy importante disponer de una traducción realizada por un profesional, una persona profesional de la traducción. Hilando con la alusión más arriba, la amenaza no es sólo robótica, sino humana. Se llama INTRUSISMO.

Éste abarca desde el vecino inglés “ese tan majo” hasta uno mismo, cuando se cree bilingüe. Y es que todos tenemos el potencial de ser traductor por el hecho de aprender o estar aprendiendo un idioma, sin embargo, existen pocos traductores buenos. Una escritura de compraventa, discúlpeme, señora, no puede traducirla su hijo Juan por haber estado de Erasmus en Francia. No puede o, más correctamente, no debería, si es solo por el hecho de haber vivido un tiempo allí y tener nociones o hasta conocimiento del idioma.

Más allá de las traducciones simples, en lo referente a las traducciones juradas el cliente muchas veces no entiende que la diferencia entre un tipo de traducción y otro no sólo está sujeta al hecho de disponer o no de firma y sello. Los errores a veces cometidos en las traducciones juradas pueden tener consecuencias legales, por lo que volvemos al inicio, la labor de un traductor, sobre todo, del jurado, no es moco de pavo.

Volviendo a las traducciones automáticas, tampoco es cuestión demonizarlas, pues pueden resultar de gran utilidad en algunos casos, por ejemplo, cuando uno quiere hacerse una idea de un contenido. O cuando se quiere montar un mueble o un juguete o seguir las instrucciones de un electrodoméstico. En este último caso, en mi experiencia personal o laboral, generalmente me ha sido suficiente una traducción claramente robotizada; digo generalmente, porque en alguna ocasión la traducción pudo resultar pobre o escandalosa para el receptor: “introducir X en el ojete”. Para los malpensados, no se trataba de un artículo erótico o así. Ojete es un agujero relacionado con prendas de costura. En España. En Latinoamérica significa algo muy distinto, por lo que hay que tener mucho ojo con el público objetivo, o, permitámonos el anglicismo, con el “target”.

Como la virtud suele estar en el término medio, los buenos traductores hacen uso de herramientas informáticas que facilitan sus labores. Sin embargo, no delegan su propio trabajo exclusivamente en la inteligencia artificial, porque siempre existe el riesgo de cometer errores más o menos graves, y porque, me permito seguir opinando, en materia de traducción la máquina difícilmente puede superar al humano, especialmente, cuando los contenidos van más allá de un significado literal. A veces lo barato resulta más caro.