Conocer la cultura de otro país facilita el aprendizaje del idioma

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Mi primer viaje a China fue en verano de 2009.

Fui con una mochila y la Lonely Planet a recorrer el triángulo Shangha-Pekín-Shaolin durante un mes. Por aquel entonces llevaba un tiempo practicando wushu, arte marcial chino por excelencia, que el resto del mundo denomina kungfu, y aprendiendo mandarín. Mi intención era poner en práctica ambas disciplinas, y así hice.

Todas las mañanas despertaba, salía a correr, hacía mi serie de wushu, desayunaba y conocía una pequeña parte de la nación y sus gentes, siempre movida por el lado romántico de la cultura china. La experiencia tuvo muchos momentos buenos, algunos regulares y otros graciosísimos. 

Empecemos por lo regular, por no decir decepcionante… Y es que mi impresión fue que China se había vuelto muy materialista; sobre todo en las grandes ciudades, como Shanghai y Pekín, se respiraba un aire viciado por la contaminación y el ansia por el dinero. Sin importar la clase social del interlocutor chino, por poca confianza que tuviéramos, siempre terminaban por preguntarme, si era rica.

Culturalmente esto puede resultar bastante chocante en Europa, por lo menos a mí. Por otra parte, a todos y cada uno de los chinos con quienes me crucé les llamaba mucho la atención el hecho de que viajara sola, cosa que en Europa lleva siendo bastante común en las últimas décadas.

Que con casi 30 años no estuviera casada, ni tuviera hijos y practicara kungfu también les parecía estratosférico. Y es que un año más tarde, cuando me trasladé a vivir a Pekín, entendí que los chinos viven por y para el trabajo, cosa que en el resto del mundo también sucede con frecuencia, sin embargo, no en esas condiciones…

Un día en el banco tuve que despertar al trabajador del otro lado de la ventanilla, porque se había quedado dormido sobre el mostrador. Detrás de él, en una esquina de los 4 metros cuadrados de sala que le rodeaban apenas cabía un colchón. Enseguida entendí que dormía allí y trabajaba de sol a sol. Una breve conversación con él lo confirmó. 

Otra anécdota regular fue presenciar en una tienda un timo a otro extranjero. Gracias a entender el idioma pude saber que el dependiente le había cobrado de más, y otro cliente, que por el contexto deduje también era desconocido para el primero, lo alababa por la picaresca ejercida… 

La peor de las vivencias a nivel higiene fue padecer el concepto de limpieza del hogar en mi residencia de estudiantes: las fregonas allí servían para arrastrar la suciedad a las paredes. Afortunadamente, llegó aquesta española para explicar y mostrar el uso de este invento español… Otro invento, me da que chino, imprescindible para las duchas atascadas rebosantes de agua por los pies, son las chanclas con plataforma de hasta 20cm…

Un momento bueno, por no decir excelente, fue coincidir en Pekín con mi amigo Yuri, que me tenía una sorpresa preparada: una visita a FawanSe, templo situado en Shaolin. Lo que iba a ser una corta visita se extendió a una semana con alojamiento en el monasterio. Los monjes nos invitaron a participar en los entrenamientos de wushu.

Fue uno de los momentos más felices de mi vida a pesar de las diferencias culturales e idiomáticas, la rigidez en horarios y la exigencia físico-mental. Un momento extraño durante esta visita fue la escapada a un mercado de comida callejera, en la que se puede “degustar” desde hormigas hasta escorpiones, por no mencionar la carne de perro. Pagué la novatada probando esto último sin conocimiento previo. Otra gracieta china, pensé… Claro está que me sentó mal en todos los sentidos…

Situaciones graciosas vividas allí, miles, pero ahora mismo recuerdo dos. Generalmente los metros en Pekín están petados, sobre todo, en hora punta. Raro es coincidir con una única persona. Y más raro todavía que esa única persona entre en el vagón en segundo lugar, y, pudiendo elegir dónde permanecer, se acerque a mí y permanezca de pie a mi lado, a escasos centímetros.

Me pareció verdaderamente cómico, pues claramente no tenía otra intención que la de estar de pie ahí, pensé que debía de ser la costumbre de falta de espacio la que lo empujó a mi cercanía..

Y por último, después de llevar casi un año aprendiendo mandarín con una beca del ICO de inmersión en la cultura china, tener un nivel del idioma decente y saber que en China las direcciones se indican con los puntos cardinales, me vi en un taxi con un compatriota, que tras presenciar mis múltiples intentos de explicar la dirección al taxista, fue mucho más efectivo.

Va el colega y le grita con ambos brazos rectos señalando hacia delante: “AHHHHHHHHHHHH”. Naturalmente el chino arrancó y supo ipso facto dónde íbamos 😊.

Conclusión, los idiomas son muy útiles, pero conocer la cultura de cada país es un elemento imprescindible a la hora de interactuar con personas de otros países.

¡Lo tengo más que comprobado!